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Sin castigos y sin presiones

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Sin castigos y sin presiones

14 de julio de 2022

Muchos padres prohíben a sus hijos concurrir al club a practicar o jugar cuando el rendimiento escolar es pobre. Sin embargo, en varias ocasiones no parece ser la solución.
"No vas más a entrenar hasta que no levantes esas materias"

Si usted cree que esa frase fue creada ayer por padres innovadores en los métodos para incrementar las notas en la escuela de los chicos, se equivoca. Generaciones de jóvenes deportistas, niños y adolescentes han cortado intermitentemente su práctica del básquetbol en función de cómo les iba en el colegio.

El ciclo funciona, generalmente, de esta manera: comienza el año lectivo, y coincidentemente la temporada deportiva. Hasta ahí todo bien. El problema empieza cuando en las primeras pruebas, el joven trae malas notas. “Listo, no vas más a básquet hasta que levantes todas”. Primera interrupción en la práctica deportiva. Vuelve al club, cuando fruto de “ponerse las pilas con el estudio”, levanta el promedio. Al tiempo, con las siguientes evaluaciones, nuevamente con la agenda compartida entre deporte y escolaridad, las notas decaen. “Otra vez lo mismo! Listo, no más básquet”. Y así sucesivamente durante todo el año.
La evidencia de observar numerosos casos como éste indica que el rendimiento académico no crece sostenidamente durante el período lectivo, sino que oscila permanentemente, conforme suceden las idas y venidas del joven. Es interesante hacer una lectura con respecto a esta situación, que se presenta muy a menudo en la mayoría de las familias con niños y adolescentes deportistas. Por un lado, está claro que los padres, ante el rendimiento escolar pobre, deben tomar determinaciones al respecto. Por el otro, entender que la actividad “básquetbol” ocupa un lugar muy importante en la vida del joven.
A estas cuestiones se agregan un par de datos no menos trascendentes:
  • El principal problema académico que presentan los estudiantes universitarios es la carencia de habilidad en la administración del tiempo de estudio.
  • El deporte, como actividad integradora del sujeto, fomenta la adquisición de hábitos personales y sociales, siendo los principales la responsabilidad, el compromiso y la gestión del tiempo propio.
En consecuencia, suponiendo que todos queremos jóvenes comprometidos y responsables, y sabiendo que a esos fines entrenar la administración horaria es muy importante, ya que eso no sólo se reflejará dentro del deporte, sino fuera también, me pregunto: qué hábitos estamos forjando en nuestros jóvenes cuando no les permitimos asumir el compromiso personal de ser parte de un equipo, la responsabilidad de intentar cumplir con las tareas requeridas a nivel escolar y deportivo, por el hecho de coartar la práctica del básquetbol cuando las notas son malas, además sabiendo que en un futuro próximo, si ingresa en una carrera universitaria, deberá tener entrenada la capacidad para administrar sus horas.
En este sentido, bien podría ser una opción que los padres estimulen especialmente al joven a no faltar a ningún entrenamiento ni partido cuando las cosas en la escuela van mal, ya que entender la importancia de los compromisos asumidos, la responsabilidad de las tareas por realizar, y la trascendencia de saber organizar las cargas horarias son aspectos tan importantes como alcanzar el promedio estipulado en geografía o matemáticas. 


Déjalos que jueguen… no son atletas, son niños!


“Primero el juego, la competición viene mucho más tarde”. La vida son elecciones, pero a veces nos obligan a tomar decisiones cruciales para nuestro futuro demasiado temprano. Cuando esto ocurre en deporte recibe el nombre de especialización temprana. 

Con los pequeños pasa lo mismo. Crecen demasiado deprisa como para que lo aceleremos más aún especializándoles desde que tienen uso de razón en un deporte. Con la especialización temprana les cerramos puertas. En la fase pre deportiva -aquella que comprende de los 3 hasta los 7 años- se busca el desarrollo psicomotor, no el rendimiento. Se utiliza el juego como vehículo de aprendizaje, no la competición

Los cambios son increíbles de una edad a otra. Si forzamos a los pequeños demasiado pronto a realizar determinados gestos técnicos propios de un determinado deporte, si buscamos esa especialización temprana, corremos el riesgo de que ocurra una de dos: no descubran lo que realmente les apasiona o acaben abandonando la práctica deportiva por frustración. Es curioso, pero muchos padres, por el hecho de serlo, se convierten en entrenadores, educadores, fisioterapeutas… 

Hay padres que fruto de sus anhelos frustrados, contemplan desde que su hijo tiene un mínimo uso de razón, conseguir el máximo rendimiento. Buscar este objetivo a estas edades, puede destrozar el amor hacia el deporte durante el resto de la vida de un niño. 

La experiencia es la madre del aprendizaje. Tenemos que dejarles que experimenten con diferentes deportes. Que prueben, que vean qué les gusta y qué no. Enseñar es descubrir y eso sólo lo pueden hacer por si mismos. Podemos acompañarles, pero nunca podremos andar por ellos. El camino es suyo, hay mil maneras de recorrerlo. Dejémosles que anden, que corran, que salten, que den mil vueltas… Que se diviertan, porque sólo así, y no con la especialización temprana, conseguiremos que no lo abandonen nunca.



Papis... los niños practican deportes por diversión, no molesten!

“Me siento triste cuando mi padre me regaña después del partido. Me dice que no he jugado con intensidad, que así no seré nunca un jugador de Primera División, que fallo en los pases porque me falta concentración. Y mi madre le apoya. Dice que juego como si no me importara ganar. También me echan en cara que se gasten dinero en mí y que me dedican muchas horas llevándome y recogiéndome del basquet... últimamente ya no disfruto, vengo a jugar los fines de semana nervioso, pensando que si no le gusto a mi padre, me va a gritar desde la tribuna, me dirá que me mueva, que despierte, y a veces me siento tan nervioso que no sé ni por dónde va el balón. Si vale la pena seguir viniendo cuando ya no disfruto. Pero si decido no jugar más, también les voy a decepcionar”. 

Son muchos los padres y madres que acompañan a sus hijos a los partidos, competiciones y entrenamientos. Se sientan en la grada, observan, les dan directrices y se involucran en el deporte de sus hijos como si ellos fueran los que dirigen. Existen diferentes especímenes de padres y madres. 

  • Los que asumen papeles positivos. Son aquellos en los que el interés del padre está en que su hijo disfrute de lo que hace. 
  • El padre taxista. Acompaña a su hijo, le deja en el entrenamiento, le recoge. Suele ser un padre al que los deportes le gustan bastante poco, pero le interesa que su hijo sea feliz. 
  • El padre positivo. Anima, refuerza, se preocupa por cómo han ido los partidos. Le transmite entusiasmo sin presión. Felicita al niño por el mero hecho de jugar y entrenar. 
  • El padre involucrado. Le gusta participar en las decisiones y propuestas del club. Se interesa por la formación de los niños o porque el club obtenga ingresos. Este tipo de padres son activos en la divulgación de valores en el club y participan con cualquier acción que pueda mejorarlo. 

Existen otros papeles, los negativos. Son aquellos en los que el comportamiento del padre influye negativamente en su hijo, generándole presión, exigiendo resultados y poniendo unas expectativas por encima de lo que el entrenador o el club esperan del niño. 

  • El padre pesado. Se pasa todo el día hablando de lo bien que juega, nada o corre su hijo y de que apunta maneras. No presiona directamente al niño, pero sin querer le traslada que su valor como chaval está en el juego. 
  • El padre entrenador. Grita directrices desde la banda, corrige a su hijo cuando se monta en el coche, incluso contradiciendo las indicaciones del entrenador. Genera confusión en el niño, que por un lado tiene una idea de juego que el profesional trata de inculcarle, y por otro, la versión de su padre o madre. 
  • El padre que resta en todos los sentidos. Da gritos desde la grada, desacredita al míster, le dice a su hijo que no entiende por qué él no juega cuando sus compañeros son peores que él, se comporta de forma grosera con el rival, insulta al árbitro y otras impertinencias más. Es el padre del que cualquier hijo se sentiría avergonzado. 

Los motivos por los que los padres pierden los papeles son diversos. Muchos esperan que sus hijos les saquen de pobres convirtiéndose en Ginóbilis o Campazzos. Otros desean que su hijo gane todo porque sus victorias son sus propios éxitos, es la manera de sentirse orgullosos del hijo y presumir de él delante de sus amigos y en el trabajo. Otros proyectan la vida que ellos no pudieron tener. Otros no tienen ningún autocontrol. No lo tienen en el partido de sus hijos, ni cuando conducen, ni cuando se dirigen a las personas. Y por últimos están los que cruzan los límites sencillamente porque no tiene consecuencias. Saben que está mal, pero su mala educación o ausencia de valores les hace comportarse como personas poco cívicas y desconsideradas. 

El valor está en hacer deporte, porque es una conducta saludable, pero sobre todo en ser capaces de divertirse y relacionarse con los amigos. Lo demás no importa. Si no le presiona para que se supere con la consola de videojuegos, ¿por qué lo hace cuando va a los partidos? En el momento en el que la palabra jugar pierde valor –“jugar al baloncesto”–, su hijo dejará de disfrutar y no querrá seguir yendo. 

Si es padre o madre, recuerde, por favor, que es un modelo de conducta para su hijo y para sus compañeros de equipo. A los hijos les gusta sentirse orgullosos de sus padres y, en cambio, lo pasan terriblemente mal cuando se les avergüenza. Ser modelo de conducta conlleva mucha responsabilidad, porque sus hijos copian lo que ven en usted. Y su forma de comportarse debe ser la ejemplar para que facilite el aprendizaje de una serie de valores que acompañan al deporte. 


Decálogo para padres y madres:

  • JUGAR POR JUGAR: Los niños no juegan para entretener al público, ni para ser los primeros, sino para divertirse y formarse como personas a través del deporte.
  • SER POSITIVOS, ES MÁS DIVERTIDO: Aplauda los esfuerzos y las buenas actuaciones de todos, sus hijos, compañeros y ocasionales adversarios, sean del equipo que sean. El resultado no es lo más importante.
  • SEA VISTO, NO ESCUCHADO: Dar instrucciones, dirigir, etc., es función del entrenador. Aunque seguramente tenga conocimientos, no ‘teledirija’ a su hijo diciendo lo que tiene que hacer. ¡Deles libertad para que disfruten de la actividad y tomen sus propias decisiones!
  • EL RESPETO, LA REGLA DE ORO: Siempre trate a los demás de igual manera que le gustaría que lo traten a usted y a su hijo. Sea respetuoso con el árbitro, con los jugadores, los entrenadores y el público. Dé el ejemplo.
  • EVITE LOS ANÁLISIS POST-PARTIDO: Valore lo realmente importante, es decir, la mejora personal de su hijo y la mejora colectiva del equipo. No analice el resultado obtenido. 
  • COMPROMISO SOCIAL: Pídale a su hijo que cumpla las exigencias de la actividad que ha elegido. Esto implica asistencia y puntualidad a entrenamientos y partidos.
  • ESTUDIOS Y DEPORTE SON COMPLEMENTARIOS: No debe enfrentar el uno con el otro. Los dos van de la mano. 
  • JUEGUE CON SU HIJO: Le servirá para entender no sólo el deporte, sino también a su hijo, además le ayudará a ponerse más en forma física y disfrutar un momento con su hijo.
  • FORME EQUIPO CON EL ENTRENADOR/A: Respalde su labor educativa, es complementaria de la que recibe en casa.
  • INFÓRMESE Y COLABORE: Debemos saber siempre en manos de quién están nuestras hijos, infórmese sobre las personas que conducen la actividad y el club. Con su colaboración la actividad deportiva del mini tendrá continuidad y mejora.

La felicidad de los niños está por encima de todo, olvidar esto y generar presión sería el mejor camino para conducirlos al abandono del deporte. Muestren una actitud positiva, escuchando lo que cuentan de su práctica, apoyándolo y motivándolo siempre. 



Fuentes y Videos: 
Entrevistas con directores y entrenadores de AEEB (España). 
Victor Prada (Entrenador), Cesar Bernhardt (Psicólogo), Jose Garcia (Psicólogo), Patricia Ramirez (Psicóloga) .
Mini documental "6 contra 6"
Foto: Campus NBA Norris (España), Campus Fabricio Salas (Argentina) y Escuela de Basquetbol de Quines (San Luis)

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